Para asegurar que los productos lácteos se conservan sin estropearse hay que tener en cuenta una serie de pautas:
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La mayoría de productos lácteos deben estar refrigerados por debajo de los 5ºC en la parte de atrás de la nevera ya que es la más fría.
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Nunca congelar leches, natas frescas o fermentadas ya que se pueden cortar. Los quesos frescos tampoco se recomienda congelarlos ya que contiene mucha agua y pueden perder parte de sus propiedades.
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Cuando se estropea la leche o la nata se pone rancia, agria o amarga.
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Los recipientes transparentes deben estar en la oscuridad para evitar los rayos de luz que originan malos olores en estos productos.
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Guardar la mantequilla envuelta para evitar que absorba otros olores de la nevera.
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Almacenar el queso en el cajón de la nevera para retrasar su curación.
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El frío excesivo causará que el queso que consumamos sea poco aromático.
- Sacar 1 hora antes de su consumo el queso del frigorífico. Cuando el queso está a una temperatura baja, la grasa de la leche está congelada y el queso pierde parte de sus sabor. Por eso se debe sacar el queso de la nevera para que la temperatura ambiente derrita dicha grasa y haga que el queso recupere su textura y sabor.